Pasó su infancia en Mondéjar y Guadalajara, aunque llegó a Madrid cuando era muy joven para estudiar Derecho. Lectora empedernida, por esa época descubre a los literatos rusos Chejov, Tolstoi y Dostoyevski. El ambiente revolucionario de la facultad la atrapó, convirtiéndose en una joven universitaria progresista que realizaba intensas actividades políticas contra la Dictadura.
Comenzó a pintar después de una lenta y rigurosa maduración personal, pasando antes por la poesía. Desde los quince años pasó largas temporadas en el sur de Francia y, desde los dieciocho años, vivió, de modo intermitente, en París, adonde se trasladó para ampliar sus estudios una vez terminada la Licenciatura en Derecho. En la ciudad francesa trabó amistad con Simone de Beauvoir.
En 1971 se trasladó a la Costa Este de los Estados Unidos (Cambridge, Boston, Princeton) con su marido, el sociólogo Víctor Pérez Díaz. Allí fue donde comenzó a pintar y a estudiar en The School of The Museum of Fine Arts de Boston. Volvió a España en 1977, aunque frecuentemente retomó los viajes pasando largas temporadas en Cambridge, Boston, Nueva York, La Jolla, Solana Beach, Los Ángeles y San Francisco, durante los veinte años siguientes.
Su pasión por la pintura se manifestó a finales de los setenta y principios de los ochenta, adoptando el mismo lenguaje de los jóvenes de la «nueva figuración». Se observan influencias del color de Matisse y la nostalgia de las grandes superficies de Rothko, aliviadas con algunas figuras expectantes. A partir de los años noventa su obra gana rotundidad, las figuras desaparecen y se centra en paisajes de clara vocación abstracta.